La alimentación, y más propiamente la ingesta es uno de los ansiolíticos más potentes que existen.
Está con nosotros desde el mismo momento del nacer imbricando con nuestras emociones más primarias y posteriormente también adquiere un aspecto social y relacional, volviéndose a imbricar en nuestras emociones sociales.
Forma parte del ello freudiano más arcaico y también del superyó.
Al nacer, la violencia con que se nos arranca del seno placentario equilibrado y acogedor, para exponernos a un medio ambiente hostil, es calmado mediante el acto de “poner al pecho materno” donde mediante el reflejo arcaico de succión nuestra boca abraza el pezón materno y succiona para producir una ingesta.
La emoción negativa del nacer es contrarrestada con la emoción positiva que se produce al mamar, reinstaurándose un cierto equilibrio psíquico.
Posteriormente cuando ingerimos alimentos establecemos una relación con el entorno haciendo de la comida una actividad social placentera.
La intervención con hipnosis en los trastornos de la alimentación, tiene en cuenta la parte relacional interna y externa. Nos basamos en la conexión de la alimentación con las emociones y de éstas con las interrelaciones interpersonales.


